É muito interessante.
Trump y el momento populista
Por:
Pablo Iglesias
Público.es,
9/11/2016
Ha
ganado un fascista. Decirlo no es banalizar el fascismo. El fascismo no es un
fenómeno exclusivamente italiano y alemán de los años 30; es una forma de
construir lo político. Algunos politólogos españoles trataron de delimitar el
fenómeno fuera de nuestras fronteras para evitar hablar de fascismo en España.
En España sólo habrían sido fascistas los camisas viejas de la minúscula
Falange joseantoniana. No es cierto. El fascismo en España se construyó con los
materiales ideológicos disponibles para un proyecto de masas; el catolicismo
más reaccionario. Lo que algunos llamaron nacional-catolicismo es la versión
española del fascismo. Y fascismo ha habido en muchos países de Europa y de América
con diferentes combinaciones discursivas de patrioterismo, xenofobia,
reivindicación de un pasado nacional glorioso, religión, una fraseología
anti-élites, chovinismo y ningún cuestionamiento de las relaciones de
propiedad. Trump es un fascista viable en los EEUU; no hace el saludo romano ni
luce esvásticas, pero ha sido apoyado explícitamente por fascistas inviables,
desde el Ku Klux Klan hasta varias milicias armadas americanas.
Quienes
llamen a lo de Trump populismo de derechas tendrán razón ¿Hay una forma mejor
de describir el fascismo que como populismo de derechas? El populismo no es una
ideología, ni un paquete de políticas públicas, es una forma de construcción de
lo político desde un “afuera” que se expande en los momentos de crisis. Ese afuera
es el que ha movilizado a la white
american working class con Trump, del mismo modo que movilizó a la
británica a favor del Brexit. Ese desprecio aristocrático tan políticamente
correcto por los rednecks americanos,
por los chavs
británicos o por los badaloneses que hicieron alcalde a Albiol, revela la
miopía de cierto progresismo cosmopolita que sólo es paletismo urbano.
Los
populistas son outsiders y pueden ser de derechas, de izquierdas,
ultraliberales o proteccionistas. ¿Quiere esto decir que los “extremos” se
tocan o se parecen? En ningún caso. No por repetido es menos ridículo ese
argumento mediante el que un extremista de centro se autoidentifica como el
virtuoso término medio y en un triple salto mortal dice que los puntos más
lejanos a un lado y a otro en realidad están cerca. Trump no está cerca de
Sanders, está cerca de las políticas migratorias de Bush y de la Unión Europea.
Trump, multimillonario, está cerca del mundo construido por los presidentes que
le precedieron, incluido Obama, que dejaron a la intemperie a las clases
populares americanas. Trump simplemente ha aprovechado el momento.
Y
es que en realidad el populismo no define las opciones políticas sino los
momentos políticos. Hubo un momento populista Berlusconi, un momento Putin, un
momento Perón y Estados Unidos acaba de vivir el momento Trump. Pero no es un
momento aislado. El colapso financiero de 2007 fue la antesala de la crisis de
buena parte de los sistemas políticos occidentales. No olvidemos que esos
sistemas, sustentados sobre la mejora de las expectativas de vida de la clase
trabajadora, el consumo de masas, la redistribución y los derechos sociales,
nacieron sobre el espíritu del antifascismo, en un contexto geopolítico
bipolar. Todo eso entró en crisis con Thatcher y Reagan y se acabó
definitivamente con la caída del muro de Berlín. Lo que reveló la crisis
financiera de 2007 fue un conjunto de verdades económicas que, tarde o
temprano, habrían de tener traducción política: el empobrecimiento de los
sectores medios y asalariados y el deterioro de los servicios públicos y los
derechos sociales. La traducción política en EEUU se llama Trump, en Francia se
llama Le Pen y en España, gracias a la virgen que diría Esperanza Aguirre, se
llama Podemos. ¿Nos parecemos en algo? En nada, lo que se parecen son los
momentos políticos.
Lo
importante de los momentos políticos populistas es que desnudan la política de
sus ropajes parlamentarios (y de paso ponen de moda al Carl Schmitt de Chantal Mouffe incluso entre los politólogos mainstream). Trump es
eso: desnuda obscenidad que tenía enfrente a la candidata de Wall Street. Qué
distinto hubiera sido todo si Trump hubiera tenido enfrente a alguien que, sin
obscenidad fascista, hablara al pueblo llamando a las cosas por su nombre. Ese
rival existía y era Bernie Sanders. Los populistas también pueden ser
socialistas porque en realidad el populismo sólo define los momentos y el
momento de EEUU era el de Trump y Sanders, no el de la candidata del establishment. ¿Hubo
alguna vez un momento más populista que aquel en el que hace 99 años alguien
dijo paz y pan? Lo que tiene similitudes, insisto, son los momentos políticos,
no las opciones políticas que los aprovechan.
Piensen
ahora en España. Pregúntense cuál ha sido el asunto político más importante de
este año. Algunos dirían que el bloqueo político. Pero tratemos de concretarlo.
Juan Miguel Villar Mir lo dijo bien claro: “lo importante de verdad es que
Podemos no esté en el Gobierno porque desajustaría la economía”.
La
política cuando es de verdad es descarnada, agonista, dura. Los matices, la
cortesía, la mesura, las formas palaciegas y la pulcritud aparecen a veces en
los parlamentos y en las recepciones pero si se habla de lo importante se
acabaron las buenas formas. No hay nada más elegante que la diplomacia pero
todo el que conozca las relaciones internacionales sabe que detrás de la
diplomacia hay divisiones acorazadas e inmensos poderes económicos. Por eso lo
de Trump es ya un acontecimiento geopolítico que transciende su propio momento.
En
estos días nosotros estamos saboreando el amargo caramelo de lo que significa
ser una oposición que es realmente alternativa y que puede ganar. No tiene nada
que ver con los debates parlamentarios, por mucho que allí nos llamen
gilipollas, sinvergüenzas o nos acusen de trabajar para dictaduras. No se
engañen, al lado de Villar Mir, Rafa Hernando es un osito de peluche, su
obscenidad es cándida. En el Congreso, aunque el árbitro no sea imparcial, al
menos podemos hablar con libertad y darnos el gusto de decir desde la tribuna
verdades que casi nadie dijo antes.
Pero
es mentira que el Congreso sea hoy el escenario más importante de la política,
como es mentira que en el banco azul del Gobierno se sienten los hombres y
mujeres más poderosos del país. Lo decía el otro día Rubén Juste en su valiente
artículo en Ctxt: “hay un Estado paralelo y privado, o semiprivado, con un
apellido propio: sociedad anónima”. Juste señala el parlamento privado de ese
Estado en la sombra, compuesto por 417 consejeros entre los que solo hay 74
mujeres y señala también a sus ministros: los Villar Mir, los Echenique
Landiribar, los Isla… Dueños de Repsol, Telefónica, ACS, Inditex, OHL,
Santander, ex ejecutivos en Goldman Sachs, y dueños de casi todo lo que los
españoles pueden ver, oír y leer para informarse. Esa sí es la política de
verdad y la excepcionalidad del momento que vivimos tiene que ver también con
la desnudez de los dueños de la opinión. Nunca como ahora el viejo proverbio
según el cual perro no come carne de perro había estado tan lejos de la
realidad. Hemos viso al dueño de un grupo mediático despedir y llevar a los
tribunales a periodistas por informar sobre él. Política de la verdad en estado
puro.
La
victoria de Trump nos deja una importante lección, que tiene mucho que ver con
nuestros debates internos. El antídoto frente a los Trump, los Albiol, los Le
Pen, el antídoto frente al fascismo y el autoritarismo finaciero es la política
que interpela y organiza a la gente asumiendo al enemigo como lo que es. Tiene
muchos riesgos. Desata la ira de los poderosos y sus aparatos y es mucho más
áspera que la política parlamentaria. Tiene muchas dificultades porque implica
dotar de instrumentos de poder y auto-organización a la sociedad civil y a los
movimientos populares. Tipos como Trump sólo pueden avanzar allí donde no hay
trincheras de la sociedad civil organizada, allí donde la anomia y la soledad
de los desposeídos imperan, allí donde puede enfrentar al penúltimo contra el
último.
Pero
esa política que interpela y habla claro, esa política que da instrumentos para
la organización de lo popular es la única que toca las conciencias y la única
que puede ganar.
Perguntava alguém na mesa ao lado
ResponderEliminar"Será assim tão mau, esse gajo"
Responde-lhe quem a pergunta era dirigida
"Não, é pior ainda!"
Turrion, o *venezuelano?!
ResponderEliminarAbraço, cara Uva!